Historia de Frozen Souls.

Homer siempre resultó ser un pequeño pueblo de Alaska dedicado al arte de la pesca. Muy pocos conocen su existencia, pero los que lo han podido apreciar en los soleados días de verano, muy buena impresión y recuerdo se llevaron de él. Es destino de turistas cuando el calor inunda la carne y el hueso, pero se convierte en soledad cuando las intensas nevadas polares deciden aislarlo del resto del mundo. En esos meses, cuando el invierno llega, los habitantes de Homer se ven obligados a recurrir a sus reservas de alimento, electricidad y agua potable. Acostumbrados a que cada año ocurra siempre lo mismo, han aprendido a mantener la calma, aferrarse a la serenidad y a combatir con el mayor de los ánimos posibles aquellos tres meses oscuros en los que el ver cada día el rostro del vecino puede llegar a convertirse en una salvación. La línea de comunicaciones se rompe completamente, la televisión emite uno o dos canales, todos ellos con una pésima señal; y la rutina en las personas se convierte en una mera etapa de supervivencia continua. El aburrimiento es prácticamente el peor enemigo de los habitantes de Homer cuando éste se ve obligado a verse rodeado de pura y fría nieve. O al menos, eso es lo que esos ingenuos creían en un principio.

Algo ha cambiado en Homer. A decir verdad, desde hace cuatro años, entrado el invierno en el pueblo, extraños sucesos comenzaron a azotar la pequeña región. Muchas personas en el pueblo, en concreto de avanzada edad, comenzaron a sufrir síntomas que aún no han podido ser diagnosticadas. Esas personas, todas ellas falleciendo a los pocos días de padecer la enfermedad, se habían vuelto inmunes al frío y su color de piel había tomado tonalidades blancas, casi de espectros. Decían no sentir sus cuerpos, aseguraban que sus corazones no latían, más su pulso sanguíneo llegaba a un punto en el que dejaba de poder ser tomado. Sus ojos se enrojecían y el hambre en sus últimos alientos se volvía voraz. "Paisajes helados", conseguían susurrar. "Laderas heladas", repetían luego. Nadie entendía porqué lo decían, nadie jamás comprendió porqué cada año, varias personas, fallecían siempre de la misma manera, susurrando las mismas palabras. Muertes frías, palabras frías, confusión por todas partes.

Habitual era cada año que una persona muriese en esas mismas condiciones. Nadie podía salvarle, pues simplemente los médicos de Homer no presentaban las cualidades necesarias para poder atenderles, ni tampoco la instrumentaria. Los observaban morir, como a ratas, sufriendo las lesiones que aquella indescifrable enfermedad causaba en los cuerpos humanos. Con el tiempo, ésta misma, simplemente fue aceptada por la población. La gente moría, exacto, y no se le podía hacer nada. ¡Ay, gente de Homer!, si en verdad supiéseis la verdad. El pueblo se ha convertido en un hervidero de carne y este año, 'ellos', no serán tan sutiles como lo fueron en anteriores. Son pocos y necesitan aumentar su población. Harán todo lo que sea necesario para conseguir que seas parte de ellos. Se adentrarán en tus sueños, beberán de tu alma y con tan solo un disimulado mordisco te habrán sentenciado para siempre. No, ellos no tienen hambre, pero tú si lo tendrás si consiguen convertirte en uno de ellos. Será mejor que no duermas, ellos aparecen en la noche, sin ser vistos, sin ser oídos. ¿Crees poder mantenerte despierto?, los 'Winters' saben que no.